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"Sevilla tiene un color especial" y lo confirmamos. Sevilla está llena de una colorida arquitectura tradicional.
Con el río Guadalquivir atravesando la ciudad de norte a sur, la mayor parte de la ciudad, que incluye el casco antiguo denominado Barrio de Santa Cruz, está en la orilla este, mientras que el Barrio de Triana se encuentra en la orilla oeste.
A media noche, el canto improvisado y las palmas llenan los bares y las calles, y durante el día, la diversidad del patrimonio de la ciudad se hace evidente. Los romanos, árabes, católicos, y ahora, hordas de turistas, todos han intentado reclamar Sevilla como suya.
De hecho, Sevilla nunca ha dejado de despertar la imaginación de los recién llegados. Desde la calle, la catedral parece poco impresionante; hay que verla desde el interior para hacerse una idea de sus dimensiones. Enormes pilares sostienen el techo abovedado, y la riqueza que sus tesoros son alabados por todos cuando los conocen.
Otra gran vista de la ciudad se puede obtener desde la Giralda, antiguo alminar de la mezquita almohade desde su cumbre, que hará que merezca la pena la subida de sus 35 rampas y 17 escalones. Otro símbolo imprescindible, La Torre del Oro, originalmente cubierto de azulejos de oro, vela la ciudad como siempre lo ha hecho desde 1220.
Sevilla tiene un aire místico capaz de hipnotizarnos, y si sabes vivirlo, caerás en su hechizo.